Perder un diente o sufrir una rotura de alguna pieza dental no es plato de buen gusto para nadie. Sonreír, comer o hablar cambian cuando se fractura o se carece de algún diente. Por ello, y como todo en la vida, la prevención es la mejor herramienta. El “escudo” perfecto para evitar que se rompa o se pierda un diente son los protectores bucales.
Se trata de dispositivos adaptados a la dentadura de cada persona que actúan como un parachoques en caso de contusión o golpe. Los protectores bucales son especialmente indispensables en el caso de los niños y en situaciones o actividades en las que las posibilidades de rotura de un diente son mayores.
Así, todos los que practiquen algún deporte, sobre todo si es de contacto, deben incluirlo en su uniforme deportivo. Igual que nos ponemos el casco a la hora de montar en bici para proteger la cabeza; rodilleras y coderas cuando vamos a patinar para evitar daños en las rodillas y los codos, o gafas deportivas para proteger los ojos, también debemos llevar estos protectores bucales para salvaguardar los dientes.
Un impacto contra el suelo o contra otra persona puede hacer que se fracture la corona o el diente y como consecuencia de ello, que se pierda. También es posible que se fracture el hueso maxilar o la articulación temporomandibular, así como sufrir daños en los tejidos blandos: encías, lengua, paladar, labio…
Durante la práctica de ejercicio, no hay que usar los retenedores ni otro tipo de dispositivos removibles que se lleven o se utilicen de manera temporal, como algún tipo de ortodoncia extraíble. Para ello, están pensados los protectores bucales.
Además, son dispositivos muy efectivos en personas que tienen puentes fijos, soportes de ortodoncia u otros aparatos fijos para enderezar los dientes. En estos casos, a parte de proteger los dientes y la cavidad oral en general, sirven de protección también de los propios aparatos de ortodoncia fijos y los puentes.
Tipos de protectores bucales
El protector bucal perfecto y más seguro es el fabricado a medida de cada boca por un dentista. Es el que mejor protege los dientes, el que se adapta más a la forma de la dentadura y el que resulta más cómodo a la hora de llevarlo. Los materiales empleados en esta clase de dispositivo son muy resistentes, por lo que, además de ajustarse y no aflojarse, es muy duradero.
No obstante, para quienes buscan versiones más económicas, existen otras opciones. En las farmacias e, incluso, tiendas de deporte se pueden comprar protectores bucales. Normalmente, son dispositivos que se ablandan al hervirlos en agua y a los que se les da la forma poniéndoselos en la boca después de reblandecerlos. Son peores que los hechos a medida por el dentista, pero se ajustan mejor que los prefabricados.
Los protectores bucales prefabricados son aquellos que están listos para usar nada más comprarlos. Suelen ajustarse peor a la boca puesto que tienen una forma estándar, aunque hay varios tamaños. También son ser más grandes que las otras opciones, lo que dificulta la respiración y el habla.
¿Cómo se hace un protector bucal personalizado?
Lo primero de todo es acudir al dentista para que tome la medida y forma de la boca. El dentista coloca un dispositivo con una pasta que se endurece en la boca. Es proceso que dura unos minutos y no resulta molesto ni doloroso. De esta forma, se hace un molde de yeso en el que queda reflejado el tamaño, la forma, la posición de los dientes de cada persona.
Con este molde de la dentadura, el protésico dental diseña y crea un protector individualizado. Este dispositivo permite hablar y respirar con comodidad, además de cumplir la función de proteger los dientes ante cualquier impacto o golpe desafortunado.
Mantenimiento de los protectores bucales
El dentista indicará cada cuánto tiempo hay que cambiar el protector bucal. Además, es fundamental revisarlo periódicamente. Ante la presencia de algún signo de deterioro o rotura, se debe acudir al dentista.
Para un correcto mantenimiento de estos dispositivos, deben seguirse estos pasos:
- Lavarlo después de cada uso, con agua o cepillarlo.
- Con cierta periodicidad, hacer un lavado más a fondo con agua y jabón, aclarándolo bien.
- Llevarlo al dentista para que lo revise de manera regular. También el dentista puede hacerle un lavado a fondo.
- Transportarlo en fundas gruesas y que tengan agujeros de ventilación, para que se seque y no crezcan bacterias.
- Evitar ponerlo al sol y lavarlo con agua caliente.
Si practicas algún deporte de contacto o cualquier disciplina en general, los protectores dentales pueden ser un gran escudo ante cualquier incidente. ¡No te olvides de meterlo en la bolsa de deporte!