Consumir un alimento o un bien para satisfacer las necesidades o los deseos, como lo define la Real Academia Española, es normal. Siempre y cuando ese consumo no sea excesivo para nosotros mismos o perjudicial para los demás y/o el entorno. Entonces pasa a llamarse consumismo. Es decir: “Tendencia inmoderada a adquirir, gastar o consumir bienes, no siempre necesarios”, tal y como lo define el diccionario de la RAE.
El problema de ese consumismo radica en que esa excedencia de productos, servicios y bienes provoca daños, tanto para la salud del planeta como de sus habitantes, entre ellos los seres humanos. Se calcula que para mantener el ritmo actual de consumo harán falta tres planetas como el nuestro para el año 2050, cuando se prevé que habrá 9.600 millones de personas en el mundo.
Un estudio europeo reveló que una tercera parte de los consumidores adultos europeos tiene problemas de descontrol en las compras o en el gasto. Es decir, presenta un nivel alto de adicción al consumo irreflexivo o innecesario. Por lo tanto, el consumismo, además de ser perjudicial para el planeta, también tiene consecuencias para los seres humanos, no sólo físicas, sino también psicológicas.
Sobreabundancia de productos
Hoy en día se extraen y emplean alrededor de un 50 por ciento más de recursos naturales que hace 30 años. ¿Qué podemos hacer para frenarlo? Lo primero, estar informados sobre los productos que, en abundancia, son más dañinos para el entorno
- Plásticos: proceden generalmente del consumo de alimentos. Según datos de Greenpeace, el 40 por ciento de los plásticos que se generan en España y la Unión Europea (UE) son envases de un solo uso (botellas, envoltorios, vasos…). Lamentablemente, sólo se recicla el 30 por ciento. Además, se estima que el uso medio de una bolsa de plástico es de 15 minutos, pero tarda cientos de años en degradarse. Sucede lo mismo con otros productos: pajitas, botellas…
- Ropa: cada año se producen 100.000 millones de prendas en el mundo, pero la ropa dura la mitad que hace 15 años. De hecho, cada español tira al año 7 kilogramos de ropa, lo que genera un total de 326.000 toneladas anuales de desechos textiles. Para hacernos una idea, esa cantidad equivale en peso a 45.000 coches medianos.
- Tecnología: la obsolescencia programada de los dispositivos tecnológicos lleva a un mayor consumo. Cada año se generan más de 40 millones de toneladas de residuos eléctricos en todo el mundo. Poco más del 15 por ciento se recicla con métodos eficaces y seguros ambientalmente. La cantidad de ‘chatarra’ tecnológica producida en el mundo sólo en 2016 es equivalente al peso de 4.500 torres como la de Eiffel en París, según la Universidad de las Naciones Unidas.
- Combustibles: cada vez viajamos más y la vida occidental ha hecho que nos desplacemos más en coche a cualquier sitio al que podríamos ir andando, en bicicleta o en transporte urbano. Esto ha llevado al incremento del consumo de combustibles fósiles, uno de los principales contaminantes del aire.
- Otros productos: la producción de papel, soja, aceite de palma, papel higiénico y pañuelos provoca daños en las selvas tropicales de Indonesia y la Amazonía o los bosques boreales.
¿Qué daños genera el consumo excesivo de esos productos al medio ambiente y a las personas?
- Contaminación de los océanos: se estima que hasta 12 millones de toneladas de plástico llegan a los océanos. Esta contaminación afecta a más de 1.300 especies.
- Polución ambiental: no sólo el sobreconsumo de alimentos provoca exceso de plástico; también la ganadería genera el 14 por ciento de los gases de efecto invernadero. La tala de bosques para producir piensos y pastos de engorde rápido del ganado también altera el planeta. Además, la quema de combustibles fósiles contamina tanto el aire como los océanos. A ello se suma que la industria textil genera el 3 por ciento de todo el dióxido de carbono del mundo, unos 850 millones de toneladas.
- Agotamiento de recursos y residuos peligrosos: Productos como los tecnológicos, cuya industria promueve la sustitución frente a la reparación, conducen hacia el agotamiento de los recursos naturales. Además, dejan residuos peligrosos si no se eliminan adecuadamente.
Nuestro grano de arena hacia un mundo mejor
Pero, como casi todo en esta vida, hay solución. O, por lo menos, se puede reducir el daño o ralentizarlo. Adoptando pequeños cambios en nuestro estilo de vida, es posible aportar nuestro grano de arena para mantener nuestro planeta en buen estado de salud. Veamos algunas medidas clave:
- Dejar de comprar ropa compulsivamente, sin necesidad
Conservar la ropa entre uno y dos años reduce las emisiones de CO2 en un 24 por ciento, según Greenpeace. ¿Por qué? Porque se ahorra en agua, materias primas, químicos y pesticidas que dañen el medio ambiente, además de recortar el uso de combustibles fósiles.
- Adquirir productos tecnológicos que se puedan reparar o actualizar con más facilidad.
El problema de los dispositivos electrónicos es que, generalmente, son diseños en los que resulta más costosa su reparación que adquirir uno nuevo. Además, suelen llevar baterías que no se reemplazan o piezas cuyo repuesto es difícil de encontrar, entre otras cosas.
- Reutilizar y reciclar los productos de plástico,
además de reducir su consumo y buscar alternativas. No cuesta nada tener una bolsa de tela en casa, por ejemplo, en la que meter los alimentos cuando vamos al supermercado. Otra excelente opción es que los gobiernos y las empresas promuevan sistemas de retorno de envases, entre otras medidas.
- Apostar por productos alimenticios ecológicos o no industriales, cuya producción es más amigable con el medioambiente.